Nosotros lo hemos visto

Se viene colgando desde hace años el día de nochevieja desde el balcón de un particular un curioso muñeco que a muchos gusta y a otros sorprende. Un personaje curioso que veíamos cada nochevieja por la Plaza Mayor, encorvado, con su bastón, con su buen número de ojos incrustados en su manto, negro, ajado, sucio, repartiendo caramelos a los que por entonces, niños, lo mirábamos entusiasmados.

Como retoños que éramos nos fascinaba el poder encontrar un ser tan especial y nos preguntábamos donde podría caber tanto ojo. Cegados en nuestra inocencia no nos parábamos a pensar que más ojos que días tiene el año por esas fechas los tiene cualquier paisano.

Como en toda tradición, hay un simbolismo que explica su existencia y popularidad. El aspecto de nuestro hombre, que es achacoso, viejo y sucio, simboliza el viejo tiempo que la venida del año nuevo ha de limpiar y remplazar, dejando lo pasado en el pasado y naciendo un futuro virgen por explorar.

Un recuerdo, un acertijo, una broma, digamos, de origen pagano, que ya va siendo olvidado como consecuencia de la fuerza de lo moderno. Hay autores que relacionan íntimamente a este personaje con el Olentzero navarro

Quizás al año que viene, el 31, volvamos a verlo. Esto es, si nosotros queremos.